y el no; porque su tranquilidad revelaba que el era martir;
porque su humildad denotaba que el era el Rey.
En cuanto a su figura, me parece estarla viendo todavia. (p48)
Imaginaos un hombre de mas de setenta anos, enjuto de carnes,
de elevada talla y algo encorvado por la edad. Su rostro, surcado
de pocas pero muy hondas arrugas, revelaba la mas
austera energia, dulcificada por unos labios bondadosos que
05 parecian manar persuasion y consuelo. Su grave nariz, sus
ojos de paz, marchitos por los anos, y algunos cabellos tan
blancos como la nieve, infundian juntamente reverencia y confianza.
Solo contemplando la cara de mi buen padre y la de
algunos santos de mi devocion, habia yo experimentado hasta
10 entonces una emocion por aquel estilo.
El sacerdote que acompanaba a Su Santidad era tambien muy
viejo, y en su semblante, contraido por el dolor y la indignacion,
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